TIPOS DE ECOSISTEMAS





                                                    ECOSISTEMA ACUATICO


ecosistemas que tienen por biotopo algún cuerpo de agua, como pueden ser ríos, lagos, pantanos y demás fuentes. Los dos tipos más destacados son: los ecosistemas marinos, y los ecosistemas de agua dulce.
Así, genéricamente, el montante, variaciones y regularidad de las aguas de un río son de gran importancia para las plantas, animales y personas que viven a lo largo de su curso. La fauna de los ríos es de anfibios como: canutillos, gusarapos, caracodillos, negrillos, mejillones, y truchas.
Los ríos y sus zonas de inundación sostienen diversos y valiosos ecosistemas, no sólo por la cualidad del agua dulce para permitir la vida, sino también por las numerosas plantas e insectos que mantiene y que forman la base de las cadenas tróficas.
En el lecho de los ríos, los peces se alimentan de plantas y los insectos son comidos por las aves, anfibios, reptiles y mamíferos.
Los ecosistemas de aguas pueden considerarse entre los más importantes de la naturaleza y su existencia depende totalmente del régimen que tengan.
Acerca del agua dulce de los ríos, es preciso tener en cuenta que presenta una enorme variedad de composición.
Como esta composición química depende, en primer lugar, de lo que el agua pueda disolver del suelo por el que discurre, o de los lugares a donde se dirige, es el suelo lo que determina la composición química del agua.
Si el suelo es pobre en sales y minerales solubles, también el agua será pobre en sales y minerales. Y, a la inversa, si el suelo es rico en materias químicas solubles, gran parte de su riqueza la cederá al agua, con lo cual ésta contendrá muchas más sales minerales.
Eso es determinante para los tipos de vida animal y vegetal que allí se pueda desarrollar. Así, las principales adaptaciones de los animales y vegetales estarán directamente relacionadas con las características físicas del agua, con la que están permanentemente en contacto los organismos que viven en este medio acuático.


                                                             ECOSISTEMA NATURAL

Una unidad constituida por organismos, animales y vegetales que ocupan un ambiente físico dado. En el se producen interacciones múltiples de los organismos con los factores físicos del ambiente y entre los organismos mismos. Estas interacciones conducen a la organización del sistema, de modo que existe un flujo equilibrado de energía, agua y nutrientes (sales minerales). Las características físicas del sistema pueden definirse por los valores de precipitación, temperatura, radiación solar, vientos y propiedades del suelo. Estas características determinan primariamente el tipo de vegetación que allí se puede desarrollar.

                                               ECOSISTEMA TERRESTRE


Los ecosistemas terrestres son aquellos en los que los animales y plantas viven en el  suelo y en el aire. Allí encuentran todo lo que necesitan para vivir.
 Dependiendo de los factores abióticos de cada ecosistema, podemos definir distintos  tipos de hábitat terrestres: desiertos, praderas y selvas.
 Los distintos vegetales y animales que habitan cada uno de ellos tienen características  diferentes, ya que se han adaptado al hábitat en que viven. Cuando se producen  cambios y alguna especie no puede adaptarse, muere pudiendo llegar a extinguirse.

                          ECOSISTEMA AEREO 
Los ecosistemas aéreos están determinados, al igual que cualquier ecosistema, por sus   integrantes, la relación entre sus integrantes, y por el medio ambiente que ofrece. Las algas, artemias e insectos que supimos aparecían en el desierto cada vez que llovía llegan a él por medio del viento; la primera colonización vegetal de la tierra fue llevada a cabo por los musgos, utilizando el viento como transporte, en el cual todavía hoy, los musgos y sus descendientes más evolucionados, liberan sus semillas y sus esporas. El musgo libera millones de esporas al viento, pero debe esperar los períodos secos, pues de otro modo las esporas absorberían humedad y no llegarían muy lejos; esto lo hacen protegiendo a las esporas por medio de cápsulas, que abren cuando las condiciones son favorables. Los hongos liberan aún más esporas al viento que los musgos: los de tamaño normal pueden liberar 100 millones de esporas en tan solo una hora. El viento es también utilizado por plantas evolucionadas, como las orquídeas: cada flor libera hasta 3 millones de semillas al viento, pero como deben ser ligeras, no contienen alimento; por eso sólo algunas sobreviven: las que caen sobre ciertos tipos de hongo capaces de alimentarlas.
Otras plantas dotan con alguna porción de alimento a sus semillas voladoras, pero deben proveerlas de algún mecanismo para incrementar su superficie para así hacerlas flotar más tiempo: alas helicoidales por ejemplo, o “pequeños penachos lanosos”. En todos los casos de difusión por el viento solo una o dos semillas entre millones logra germinar y crecer hasta la madurez, pero son tantas las semillas liberadas que de todos modos este sistema ha logrado ser exitoso, llegando a poblar las zonas más alejadas y disímiles del planeta, como en el caso del musgo, de los hongos o de las orquídeas.
El viento arrastra también muchos insectos que a veces logran llegar vivos a destino; incluidas las arañas que parecieran hacerlo voluntariamente, pues subiendo a lo alto de alguna ramita fabrican un hilo que van soltando al viento y que cuando es lo suficientemente largo es capaz de arrastrarlas. Otros muchos insectos no solamente son llevados por los vientos y las brisas sino que vuelan en él, tienen alas; la carácterística de todos ellos es que no pueden mantener su temperatura corporal, y deben o bien calentar “motores” internamente, aleteando sus alas en el suelo, o bien calentarse al sol para poder volar; por eso varios de ellos, como los abejorros por ejemplo, tienen un cuerpo velludo que los ayuda a mantener el calor, o como las libélulas, sacos de aire aislantes.
Dos grandes grupos de animales comparten los cielos con los insectos: las aves, evolucionadas desde formas reptilianas hace unos 140 millones de años, y los murciélagos, más recientes (60 millones de años), evolucionados a partir de mamíferos insectívoros. Sus alas son, en ambos casos, prolongaciones de sus miembros anteriores; las alas de los murciélagos son membranas sujetadas y afirmadas por alargaciones de todos sus dedos excepto del pulgar, que ha permanecido pequeño y en forma de garra que los ayuda a desplazarse en tierra. Las aves conservaron un solo dedo, alargado y fuerte, desde donde crecen las plumas. Los murciélagos tienen poca dificultad para alzar el vuelo, pues generalmente les basta con soltarse desde su posición invertida; caminan muy poco.
Para las aves alzar el vuelo es un poco más difícil, el despegue es siempre lo que más requiere energía: para ello necesita mucho oxígeno para alimentar el potente músculo que une el esternón con el ala, y por esto es que tiene un corazón enorme para su tamaño (el corazón de un gorrión es dos veces más grande que el de un ratón); como están cubiertas de plumas, un aislante muy eficaz, no necesitan calentarse para emprender el vuelo.
Pero para las aves más grandes, y por lo tanto más pesadas, emprender el vuelo no es una tarea tan fácil; muchas de ellas no pueden empezar a volar sin la ayuda del viento: lo típico es que corran contra él, formando colchones de aire que la elevan. El albatros viajero, de alas muy largas, no puede batir sus alas con rapidez: por eso habita siempre en lo alto de las quebradas, dejándose caer en el aire; cuando se juntan a vivir en grupos, suelen hacer fila para los despegues.
Ya en el aire casi todas las grandes aves han aprendido a mantenerse con un mínimo de gasto energético; los albatros pueden pasar horas sin batir una sola vez las alas, y es porque conocen muy bien las zonas de viento en las cuales planean, a medida que pierden altura giran contra él y vuelven a ganar altura: lo logran gracias a la configuración de sus alas, curvas hacia atrás y de todos modos flexibles. Muchos albatros viven en zonas tan ventosas como la antártida; los primeros siete años de su vida casi no hacen otra cosa más que volar sin poner sus patas en tierra y descendiendo al mar ocasionalmente para alimentarse; llegada la edad madura se reúnen en tierra durante varias semanas, se aparean y crían a su único polluelo; luego retoman el vuelo hasta el año siguiente.
                                                       

                          ECOSISTEMA MARITIMO


El océano contiene el 99% del espacio habitable del planeta. La vida surgió y evolucionó en el mar. El medio marino es muy estable, si lo comparamos con los hábitats terrestres o dulceacuícolas. Las temperaturas de las grandes masas oceánicas varían poco, así como la salinidad del agua (3,5%). La composición iónica del agua del mar es similar a la de los fluidos corporales de la mayoría de los organismos marinos, lo que soluciona la regulación osmótica.

En el medio oceánico la luz solar penetra en el mar tan solo unos 200 metros, a mayor profundidad, las aguas se encuentran en oscuridad absoluta. A la zona iluminada del mar se le denomina región fótica. A la zona oscura región afótica.
El principal problema en el océano es la gran distancia entre la zona fótica (superficial) y los nutrientes (sedimentados en aguas profundas). Donde hay luz para la producción primaria hay pocos nutrientes inorgánicos, y viceversa. No es de extrañar, pues, que las zonas con mayor productividad sean aquellas en que las aguas profundas, frías y cargadas de nutrientes afloran a la superficie; tales zonas se conocen como afloramientos; en ellas el fitoplancton se desarrolla de modo extraordinario, y puede mantener una cadena trófica con muchos eslabones y por ese motivo son las zonas más ricas en pesca.